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Como atento no más a mi quimera
no reparaba en torno mío, un día
me sorprendió la fértil primavera
que en todo el ancho campo sonreía.
*
Brotaban verdes hojas
de las hinchadas yemas del ramaje,
y flores amarillas, blancas, rojas,
alegraban la mancha del paisaje.
*
Y era una lluvia de saetas de oro,
el sol sobre las frondas juveniles ;
del amplio río en el caudal sonoro
se miraban los álamos gentiles.
*
Tras de tanto camino es la primera
vez que miro brotar la primavera,
dije, y después, declamatoriamente :
—¡ Cuán tarde ya para la dicha mía !—
*
Y luego, al caminar, como quien siente
alas de otra ilusión: —Y todavía
¡ yo alcanzaré mi juventud un día !
* * *
(Antonio Machado, 1907)
*
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